Jeanne du Barry | Crítica

Mal vehículo para el regreso de Depp

Una escena de 'Jeanne du Barry' con Maïwenn y Johnny Depp.

Una escena de 'Jeanne du Barry' con Maïwenn y Johnny Depp. / D. S.

Actriz, guionista, productora y realizadora, la polifacética Maïwenn ha dirigido películas de romance, pasión, amores y desamores unas veces con barniz socio-étnico (ADN: la raíz del amor), socio-policial (Polisse) o sin él (Mi amor). Esta vez cuenta otra historia de amor y pasión en un entorno hostil con barniz histórico: nada menos que el retrato de Madame Du Barry, la célebre cortesana que tras una infancia miserable y ejercer la prostitución en las calles pasó a hacerlo en los casinos (que eran lujosos puticlubs rococós) del libertino París del XVIII hasta ascender a amante oficial de Luis XV con un poder e influencia en la corte solo comparable a los de sus muchos enemigos. Una historia de ascenso social, lucha de clases (y alcobas) en los salones de Versalles y triunfo que al final acabó costándole la cabeza durante la Revolución.

En la pantalla la han interpretado las grandes vampiresas del mudo -Theda Bara en 1917, Pola Negri en la famosa versión de Lubitsch en 1919 y Norma Talmadge en su despedida del cine arrinconada por el sonoro en 1930- y seductoras estrellas del sonoro -Dolores del Río en 1934 y Martine Carol en 1954- a las que se debe sumar a Lucille Ball acompañada en 1943 por Red Skelton y Gene Kelly en la gansada musical Du Barry era una dama, basada en el musical de Cole Porter de 1939 en el que Ethel Merman interpretaba a la Du Barry. La Du Barry de esta película es la propia directora desdoblada en actriz además de en francamente desafortunada coguionista (un texto plano sobrado de explicaciones en off) y Luis XV es Johnny Depp.

Para Maïwenn, como directora, supone la producción más costosa, más lujosa, más vistosa, más de casacas y pelucas, más literalmente versallesca a la que se ha enfrentado, rodada con una cierta pretensión de darle un toque de frescura e inmediatez al pasado sin renunciar a la pompa, como si tuviera un ojo puesto en la (igualmente deplorable, pero menos, que en lo malo también hay categorías) María Antonieta de la Coppola, en la que Asia Argento interpretaba a la Du Barry; como actriz supone el encuentro con un conocidísimo personaje histórico que plantea exigencias distintas a sus habituales trabajos interpretativos, lo que resuelve con sobreactuaciones y morisquetas.

Para Johnny Depp supone el regreso al cine después de tres años de borrascoso y escandaloso alejamiento. Ella no gana nada con esta cara y mala película y él pierde mucho. Porque por mal que haya llevado su carrera hasta el límite de la auto caricatura, con no poca responsabilidad de Tim Burton y Jack Sparrow, y por desastrosa que haya sido su filmografía en la última década, esta película era su lujosa reincorporación al cine con glamurosa (e incomprensible: ¿no la vieron antes?) presentación en Cannes. Viendo la cara de palo con la que actúa se diría que durante el rodaje presagiaba el resultado, aunque lo más probable es que intentara tener bajo control a Sparrow.

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