Carmen Silva

Políticos, chistes y libros

Están los políticos empeñados en mantenernos entretenidos a costa de lo que sea

El otro día en el pleno del Ayuntamiento de Sevilla hubo un concurso de chistes. Competían el delfín de Juan Espadas que heredó la alcaldía por designación espadil, Antonio Muñoz, y el antiguo alcalde de Tomares y actual alcalde de Sevilla, José Luis Sanz.

–“Señor Sanz, es usted más previsible que el árbitro que va a ver el VAR cuando juega el Real Madrid”. (JA)

–“Señor Muñoz, es usted más previsible que Pedro Sánchez amagando con dimitir”. (JA-JA).

Contra todo pronóstico, en mi opinión, la competición la ganó el señor Sanz. Digo que iba en contra de lo previsible porque el alcalde es bastante malajón, no como el señor Muñoz, que es todo carisma y gracejo. Aprovechando la corriente de consultas populares sobre asuntos que no tienen ninguna importancia, me habría gustado poder votar en este concurso humorístico. Se nos escapan las mejores.

Están los políticos empeñados en mantenernos entretenidos a costa de lo que sea. Imagino que habrán disfrutado ustedes del sainete de cinco días, con vacaciones pagadas de todo incluido, que nos ha brindado nuestro presidente amartelado. Entre el amor y el poder no había otra elección posible. Enamorado, pero no tanto.

De todo este folletín, lo que más me ha impactado es que ha habido gente, que a priori parece que rige bastante bien, valorando como una opción real que el innoble fuera a dimitir. Dimitir por amor. Esta candidez me ha parecido entre enternecedora y pavorosa.

Menos mal que todo ha quedado en alharaca porque Marisa Paredes tiene una edad muy delicada y un disgusto de estos se la puede llevar por delante.

Sobre el nivel de una mayoría de políticos locales charlaba el otro día con el profesor titular de Historia del Pensamiento Político y Social de la Hispalense, José Antonio Parejo, que no solo es meu caro amigo desde parvulario sino una de las mentes más claras que conozco.

No entramos en valorar la honorabilidad o la decencia sino en la formación e instrucción. Se quejaba del lamentable nivel de argumentación, de lectura (algunos no saben ni leer en voz alta) e intelectual que tiene parte del politiqueo. Alardean de su acento cerrado; leen entre nada y muy poco y eso se nota porque tienen un vocabulario enormemente pobre y no saben construir argumentos o finalizar una frase. Y que si osas exponer esto públicamente serás tachado de elitista (lo de facha ya ni cotiza). A quien le importe.

No todo se resume en la cultura y preparación que puedan tener nuestros dirigentes, que ya como base debería ser lo mínimo. Estoy segura de que hay muchos políticos que han estudiado mucho de lo suyo y se han leído una considerable cantidad de libros. La pena es que eso no garantiza un mínimo de buenas intenciones. Miren si no lo avezado que parece el ministro de Cultura, del que no recuerdo su nombre ni me voy a acordar en la vida. Seguro que se ha leído por lo menos 20 libros, ¡o más! Aunque me juego la mano derecha que El Cossío no lo ha visto ni de lejos.

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