La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El cartel de los ‘armaos’

El cartel de Ricardo Gil interpreta y actualiza la gracia de los ‘armaos’ que dibujó Martínez de León

El cartel del pregón de los armaos, que este año pronunciará César Cadaval, tiene la gracia que a tan macarena legión corresponde. Pero cuidado. La Macarena, de Cruz de Guía a Carmen de Salteras, es la cosa más seria que existe. Nada menos que la Esperanza luchando con nuestras sentencias de muerte. Digo seria, no severa, y mucho menos triste. Una de las acepciones de serio es “real, verdadero y sincero”. Nada más real conozco, la vida tal como es, con toda su carga de risas, lágrimas y su media luz de sonrisas, con todo lo que se sobrelleva y todo lo que se espera, con todo su dolor y todo su gozo. Nada más verdadero conozco que lo que siento viéndola. Nada más sincero conozco que la alegría que procura y las lágrimas que provoca.

Por macarena, la gracia de los armaos tiene que ser auténtica, no impostada; natural, no buscada; cosa del carácter, no de la situación. Se viste de armao y se desfila una tarde, una madrugada y una mañana, pero se es armao todo el año. Ser armao es una forma radical, espectacular, de ser macareno, y ser macareno, cuando se es de verdad, es una forma de ser. Tengo además para mí que, universalizada y desbordante la Esperanza, son el Señor de la Sentencia y su centuria las simbólicas murallas tras las que se preserva la esencia de barrio del que nacieron la Hermandad y la cofradía, la huella de las antiguas saetas que expresaban como el pueblo se identificaba con la víctima y veía a sus opresores en el procurador: “Pilatos, por no perder el destino que tenía, dictó sentencia cruel contra el divino Mesías”. Y parte de esta esencia, es la gracia. Con su tanto de seriedad, con su mucho de guasa, con su contagiosa alegría.

Por eso me gusta este cartel de Ricardo Gil. Conserva, interpreta y actualiza la gracia de los armaos que dibujó en sus viñetas Andrés Martínez de León. Tiende un puente entre la Centuria de hoy y la que cimentó su leyenda, entre la cofradía de la Macarena de hoy y la que salía de San Gil, entre la Hermandad que nació de las entrañas de un barrio y la que se ha hecho universal conservando esta raíz. Es una amable y cariñosa caricatura que exalta esa gracia. Ha dicho su autor que son los armaos“vistos desde los ojos de un niño” y que en su cartel ha expresado “mis vivencias y recuerdos, mi ilusión por ver cada año, desde pequeño, desfilar a los armaos con esa gracia tan peculiar y única que los define”. Lo ha logrado.

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